Párate un momento a pensar, de los profesores que tuviste ¿Cuáles recuerdas?
Seguramente, de los que tienes un recuerdo más profundo fue porque movieron emociones en ti. Puede ser que recuerdes a los que infundían miedo a sus alumnos para que se comportaran debidamente y seguramente también recuerdes aquellos que generaban en el aula un clima agradable y gestionaban el aula desde el respeto. Quizás tuviste algún profesor que era un muermo y probablemente no recuerdes muy bien ni su cara ni su nombre, y probablemente tuviste otros que transmitían pasión por su materia, que sorprendían a la clase entera con alguna cosa fuera de lo común o que atrapaban con facilidad la atención por sus historias o sus bromas.
Toma conciencia de cómo eran tus profesores y de cómo impartían sus materias, porque aunque hayas estudiado metodologías novedosas en cursillos o en el máster de profesorado, tu experiencia como alumno marcará en mayor o menor medida tu forma de dar clase. Y solo si tomas conciencia de ello podrás elegir qué influencias quieres que se queden y cuáles, con mayor o menor trabajo, quieres dejar atrás.
Porque es muy fácil que si nadie nos ha enseñado a gestionar un grupo grande de gente, ni mucho menos de adolescentes, cuando te la estén liando, cuando te reten, cuando se lastimen entre ellos, tu respuesta sea esa que viviste, tanto si te gustó como si no te gustó.
Si viste que ante el descontrol hay que meter gritos, probablemente los meterás. Si viste que los profesores pueden permitirse faltar al respeto a los alumnos para conseguir controlarlos, puede que tú también lo hagas.
Conviértete en el profesor que te hubiera gustado tener, tomando lo bueno de cada uno de los que tuviste e incorporando aquellas técnicas y metodologías que sumen calidad a tu labor. Impide que la inercia te lleve por caminos que no te gustaron como alumno, porque seguro que tampoco les gusta a tus alumnos. Trátalos con el respeto que te gusta recibir de ellos. Ayúdales situar los límites que necesitan ir descubriendo y comprende que para ello necesitan intentar quebrantarlos (y también necesitan poder quebrantar alguno de vez en cuando). Busca la manera de que flipen con tus clases, inventa lo que sea necesario para poder cautivar unas mentes con ganas de aprender cosas útiles para su vida. Fórmate en en ámbitos para mejorar tus clases: gestión emocional, oratoria, storytelling, trabajo cooperativo, aprendizaje competencial, ABP’s, y cualquier otra herramienta que realmente haga más valioso tu desempeño en tan importante profesión como la de impulsar el crecimiento de personas en formación.
Sigue creciendo y aprendiendo siempre. No te derrumbes por los errores, pero tampoco los escondas debajo de la alfombra. Afrónta tus debilidades como profesor y mejóralas con cada oportunidad que te dé la vida. Y así, poquito a poco, vete convirtiendo en el profesor que te hubiera gustado tener.